La ruptura del diálogo entre patronal, sindicatos y gobierno me la estaba temiendo; los intereses políticos que se juegan en éste partido dramático son demasiado importantes como para que, por una vez, todas las partes hicieran un esfuerzo claro y contundente y pudiéramos tener un acuerdo que comenzara a sacarnos de éste pozo cada vez más profundo en el cual estamos. No voy a echar la culpa al gobierno, ni a los sindicatos ni a la patronal: la culpa es de todos. Creo que ninguna de las partes en conflicto se ha percatado todavía de que la gravedad de la situación requiere dejar de lado los intereses políticos ( y no me vengan con cuentos, la negociación ha fracasado por intereses políticos) y aunar esfuerzos en la lucha por salir de la catástrofe. Pero tampoco cabía esperar otra cosa; en un mundo donde todo se mueve por intereses (y el que suscribe ha visto lo suficiente para adivinar la influencia de esos intereses en la negociación, que conste), no ha queda otra alternativa que la de que el gobierno se las apañe como pueda, para regocijo de la oposición (¿a quien diantres se le ocurrieron los términos "oposición" y "labor de oposición", que definen por sistema ponerse en contra del gobierno, sea del color que sea, en todo lo que hace?). O quizás sea peor aún: tal vez si se ha percatado, pero ninguno ha actuado en consecuencia. Estamos apañados con este gobierno, con ésta oposición, con éstos sindicatos y con estos empresarios. Apañados.
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