El tratado de Utrecht hace casi trescientos años enmarcado en una serie de tratados para poner fin a la guerra entre España e Inglaterra dejó como secuela la pérdida de Gibraltar por España; cuando el mundo se sacudió el colonialismo la sacudida no afectó a España, ya que Gibraltar siguió siendo inglés. Actualmente Gibraltar tiene un estatus la mar de cómodo que no está dispuesto a dejar, ni a ceder un ápice a las pretensiones españolas de soberanía o de co-soberanía, por mucho que digan allá en Londón o por mucho que digamos acá en Madrid. El problema, como siempre, son los intereses políticos, de estos, de aquellos, de tales, o cuales; intereses que suponen, como siempre, un varapalo a la legítima aspiración española de recuperar un trozo de tierra que le pertenece y que quizás sean intereses legítimos, pero que incordian a más no poder. Aquí lo que hace falta, para poder empezar a recuperar el Peñón, es que el gobierno español los tenga bien puestos y comience a erradicar las ilegalidades que se amparan en los confusos términos de las demarcaciones jurídicas internacionales. ¿A que no saben lo que he dicho? Yo tampoco; así hablan los políticos cuando quieren hablar sin decir nada. Pero lo que yo quiero decir es que "Gibraltar español", "las aguas son nuestras" (y la tierra también) y que si hay que hablar, para llegar a acuerdos beneficiosos para ambas partes, hablamos, pero "al pan pan, y al vino vino". Por cierto, las críticas de la oposición a Moratinos son patéticas; ellos habrían hecho lo mismo.Todos los gobiernos hacen lo mismo.
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