PUBLICIDAD

Hace algunos años una marca comercial insertó un anuncio que estuvo durante un tiempo en antena; un señor protestaba por que la música estaba muy alta diciendo que no hicieran tanto ruido y la chica destinataria de la protesta le llevaba a varios sitios ruidosos manifestándole que “eso” era ruido y que lo que ella hacía era música. Ahora, en antena hay un anuncio que indica que la música está en su justo punto cuando los vecinos protestan; es decir, ambos spots publicitarios, a mi juicio, invitan inequívocamente a molestar e incordiar sin problema. En un mundo que cada vez tiene menos valores, la publicidad (que es la que manda en el mundo, según decía el otro – y el otro, efectivamente, sabía lo suyo-), rompe, de vez en cuando, una lanza a favor de la falta de respeto. Algunos anuncios han sido retirados de antena; otros, sin embargo, siguen adelante sin problema y se llevan una buena temporada bombardeando al consumidor en ambos sentidos. ¿Todo vale también en publicidad?

¿JUSTICIA?

Imagínense ustedes una empresa privada; una oficina, por ejemplo. Cierto día, fulanito Pérez, un empleado de esa oficina, una persona responsable y trabajadora, coge un documento de pago a Hacienda que debe ser llevado al banco por su compañero fulanito Gómez y lo lleva él. Cuando vuelve del banco, le comenta a ese otro compañero: “- Oye, te he llevado la declaración de IVA al Banco; ya lo han cargado en cuenta. Está pagado; ahí tienes la copia sellada.” “- O.K. Gracias” –responde el compañero.
Continuando con ésta historia, un par de horas más tarde, llega el supervisor y cuando se entera de que el papel ha sido llevado por Pérez, coge el teléfono, llama al banco y ordena que la operación sea anulada; luego le dice a Gómez: “Ese papel tenías que habarlo llevado tú; así que saca una nueva copia y llévalo. El otro ha sido anulado”. Sin salir de su asombro Gómez, que también es una persona responsable, trabajadora y disciplinada, coje el papel y lo lleva al banco. Cuando llega ya ha finalizado el plazo de pago de determinados recibos porque el sistema burocra-informático funciona así. Como consecuencia de ello, el impreso no es pagado dentro de su plazo, lo que origina una sanción de Hacienda aparte del coste que supone repetir la operación de ir al banco por Gómez cuando ya el trabajo estaba hecho por Pérez.
Al día siguiente, cuando el director general se entere de lo ocurrido, ¿se imaginan ustedes a donde enviaría al supervisor por hacer semejante burrada? Yo creo que tendría muchas probabilidades de verse en la cola del paro.
Pues bien, eso es lo que ha ocurrido con ese individuo que asesinó a dos policías; fue juzgado, condenado a ochenta y pico años de cárcel (de los cuales solo iba a cumplir como mucho dieciocho, no lo olvidemos) y ahora, el Tribunal Supremo, anula la sentencia y dice que hay que repetir el juicio con un jurado popular. Para postre de éste despropósito, el tipo no iría a la cárcel y quedaría en libertad si no tuviera ya condenas por otros delitos.
Todo el trabajo y el esfuerzo de la policía, de la administración de justicia, el dinero invertido, el tiempo empleado por jueces, abogados, personal... todo eso no vale para nada; queda anulado de un plumazo.
Yo pregunto: ¿quién es el responsable de éste despropósito? ¿Cómo es posible que en este país sigan pasando estas cosas? Y, sobre todo, ¿le veremos en la cola del paro por esta irresponsabilidad? Evidentemente no; es dinero público el que se ha tirado, no es una empresa privada.
Y la rabia y desesperación por ver ésta “justicia-injusta” no cuenta para nada.

AMBICIONES

La ambición viene definida en el diccionario de la RAE como el “Deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama”.
Repasando los libros de historia vemos casos de montones de gente con ardientes deseos de tener poder, riquezas, dignidades y fama. Gente que sojuzgaron a sus propios países y que, después de eso, no se detuvieron ahí. ¿Cuáles eran los ardientes deseos de esos tipos que no sólo sojuzgaron a los suyos, sino que intentaron dominar los países adyacentes por la fuerza? ¿Qué es lo que pasaba por la mente de Napoleón para querer dominar toda Europa? ¿O por la mente de Hitler? Son casos relativamente cercanos en la historia; pero también los hay lejanos, como los de Julio César o Alejandro Magno.
En definitiva, desde que el mundo es mundo, líderes de todos los lugares han pretendido dominar, ejerciendo su ambición, todos los territorios que estaban al alcance de sus armas; en España tampoco fuimos ajenos a ésta locura (no podemos olvidar la época en que en nuestros dominios “no se ponía el sol”).
Ahora, en pleno siglo XXI, la vieja Europa se está uniendo a pasos agigantados; no parece ya que entre los pueblos que antaño se invadieron unos a otros vayamos a sufrir las ambiciones de líderes imperialistas. Las prioridades son otras y los problemas también, pero el desencanto de la gente con la clase política, cuya actuación es idéntica cuando están en el poder, sea del signo que sean, puede derivar hacia situaciones nada agradables, como el ascenso de grupos ultra (de derecha o izquierda) que incluso podrían llegar a ocupar el poder y liar una masacre. No podemos olvidar que Hitler fue elegido mediante las urnas, así que vigilemos los extremismos.


Que el deporte se ha convertido en un negocio que levanta pasiones no se le oculta a nadie; no hay más que ver la trascendencia de los acontecimientos deportivos. (Me refiero lógicamente al deporte profesional, no al que nosotros hacemos para rebajar el colesterol, adelgazar o desarrollar los musculitos).
Hay deportes que pasan más desapercibidos que otros aunque todos arrastren a sus fans; no es lo mismo una concentración para ver la final de la copa Davis que una concentración de moteros para ver el GP de aquí o de allí, con su parafernalia de “caballitos”, “quema de neumáticos” etc.
Pero, evidentemente, el deporte que genera más pasiones (y más negocio) es el fútbol, el llamado deporte-rey, por el elevado número de asistentes y las cifras millonarias que se manejan.
No soy un aficionado al fútbol; de pequeño me gustaba jugar y era “del Madrid”. Hoy, aunque lo sigo siendo, el deporte-rey no genera en mí pasiones ni emoción; sigo no obstante la evolución del equipo blanco y me permito opinar sobre algunas de las cosas que ocurren en él, como por ejemplo que no me parece bien la vuelta de Florentino Pérez; fue elegido en detrimento de Lorenzo Sanz, bajo cuya presidencia se ganó la séptima copa de Europa; echó a Del Bosque, que ganó la liga y la Champion y se marchó tras tres años sin títulos.
Pero lo que sí quiero reflejar en esta entrada es que el mobiliario urbano no tiene la culpa de que pierda un equipo, o gane, o baje a segunda o suba a primera. Había que tener más organizadas estas celebraciones para que los vándalos de siempre pagaran estos destrozos. Y encima el político de turno sale diciendo, a pesar del desastre, que no van a cambiar el dispositivo porque funciona bien.
Y hablando de políticos, (ya que la política está en todas partes) parece ser que no querían desvelar que Kaká venía al Madrid (cuando ya lo sabía todo el mundo) hasta pasadas las elecciones para que no influyera en éstas. Increíble.

NORMALIDAD DEMOCRATICA

El domingo fui a votar y pude observar en el colegio electoral la normalidad democrática más absoluta: los miembros de la mesa electoral cumpliendo su función a la perfección, los interventores de varios partidos políticos atentos al desarrollo de los sufragios, las fuerzas de seguridad vigilantes y representantes de partidos políticos opuestos conversando animadamente. Sin embargo, la normalidad democrática se me rompió en pedazos cuando conocí el índice de participación; ha habido un porcentaje de más del cincuenta por ciento del electorado que no ha ido a votar (estoy hablando de España). Es decir, más de la mitad de la gente que debería haber votado no lo ha hecho. Esto ya no es tan normal; este absentismo indica que la gente está desencantada con la clase política y, sin embargo, no he oído a ningún político decir que tienen que resolver esto. Todos hablan del triunfo o la derrota, de lo que hay que cambiar después de las elecciones, de que mociones de censura o cuestiones de confianza, de satisfacción por los nuevos escaños obtenidos... pero nadie ha salido a los medios de comunicación a decir: señores, la normalidad democrática se ha roto. Que más de la mitad del electorado no vote es algo lo suficientemente grave como para que los políticos empiezen a dar un giro a la política y la conviertan en algo más cercano al ciudadano, más directo y, sobre todo, que el ciudadano tenga la percepción de que sus políticos le están ayudando porque sea verdad que lo están haciendo. Si la abstención sigue aumentando llegará el momento en el que unos cuantos eligirán el destino de millones y eso no es democráticamente normal.

ELECCIONES AL PARLAMENTO EUROPEO


El próximo domingo se celebrarán las elecciones al Parlamento Europeo; hace unos días escuché una crítica acerca de ésta institución, poniendo en cuestión su utilidad o efectividad. Yo no voy a cuestionar tales cosas, aunque no me falten ganas porque, después de intentar colarnos a todos los europeos una jornada laboral de sesenta y ocho horas, la cosa es para, efectivamente, cuestionar esa actividad.
Lo que sí voy a criticar es el elevado número de representantes que tenemos en ese parlamento (creo que son más de setecientos) y, de pasada, el número de representantes que hay en el parlamento español (trescientos cincuenta en el Congreso y otros tantos, supongo, en el Senado, que yo creo que ni los políticos tienen claro todavía para qué vale el Senado).
Indudablemente los Diputados tendrán más trabajo aparte de asistir a los Plenos a escuchar como los líderes de sus respectivos partidos se tiran los trastos a la cabeza y a apretar el botoncito del voto automático, pero no hay quien me haga dejar de pensar que con cien diputados se desarrollarían las mismas funciones que se hacen hoy perfectamente y en el parlamento europeo tampoco harían falta tantos.
Pues creo que ahora es el momento de que se haga esa rebaja, que a las arcas públicas buena falta le hace; pero claro ¡la que habría que formar para efectuar esa reducción! Y los ríos de tinta que correrían, a favor y en contra.
Ya se lío una polémica (creo que en los años noventa) porque alguien lanzó la idea de rebajar el sueldo de los Diputados un diez por ciento y éstos pusieron el grito en el cielo; en fin, por lo menos, que les dejen el sueldo congelado, no vaya a ocurrir lo que en esa película donde un grupo de concejales quería una subida del ochenta por ciento y otro una subida del noventa por ciento. Ante la falta de acuerdo el Alcalde puso una solución drástica: subió el cien por cien y todos contentos.

DONDE FUERES HAZ COMO VIERES

Este refrán quedó desterrado de mi vida en Febrero de 1983; cada uno va aprendiendo en la vida los rumbos que tiene que tomar a base de experiencias que en el momento pueden ser más o menos amargas, a base de "practicar el ejercicio de la vida", a base de recibir "palos y tortas" (no en el sentido físico, que también lo fue en el pasado) y como no, por supuesto, a base de aciertos y parabienes, que de todo hay en la vida. Cuento ésto porque nuestros políticos a veces nos dicen que "... esto es lo que se hace en otros países", o "... en todos los países de Europa la ley está así..."... ¿Alguien se ha preocupado de mirar en esos países si les va bien con esa, esta, aquella o tal cual ley, costumbre, actividad? Como decía, un incidente ocurrido en "la mili" y que mantengo vivo en mi mente "in eternum", me hizo desterrar ese refrán de mis actos; primero de hacer lo que estoy viendo que hacen tengo que saber porqué lo hacen y si es correcto; luego yo decidiré si hacerlo o no, con mis propios razonamientos; "lo que se ha hecho toda la vida de Dios" no tiene por qué ser correcto o estar bien.
Era la una de la noche; estaba finalizando mi primer servicio de cabo; me encaminaba hacia el Cuerpo de Guardia para terminar, acompañado de un soldado. Mientras me acercaba, la figura erguida en típica postura militar de alguien se dibujó bajo la tenue luz de la farola que iluminaba la zona. Cuando le identifiqué (era el Oficial de Guardia) hice el preceptivo saludo militar, el cual me devolvió y pasé de largo; pero sólo había andado un par de metros cuando me llamó. - Oiga Usted. Yo me dí la vuelta rápidamente, desanduve el camino andado y me planté ante él en posición de "firmes" después de un nuevo saludo. - ¿Quien es usted? - me preguntó. Yo contesté, serenamente, con la tranquilidad del que sabe (creía que sabía) que todo lo ha hecho bien. - Cabo de Patrulla, mi Teniente; Unidad D, cuarto Regimiento. - A bien, bien; ¿y usted, donde va? - Voy al Cuerpo de Guardia a firmar, porque he finalizado mi servicio, y me retiro a mi Unidad, mi Teniente. - Muy bien; y... aquel soldado que va por allí, ¿a donde se dirige? Animado por la aceptación de las respuestas a las dos primeras preguntas, respondí con toda confianza y sinceridad: - Aquel soldado va a entrar de puesto de vigilancia en el campo de fútbol. Cualquiera que esté leyendo ésto y conozca el interior de un cuartel adivinará lo que ocurrió a continuación. La bronca que recibí fue de órdago a lo grande; y en medio de la retahíla, pude entender que un soldado no podía ir solo a entrar de vigilancia en un puesto. El procedimiento era que el cabo le llevase, que el soldado entrante recibiera las novedades del puesto del soldado saliente y éste regresara con el cabo al Cuerpo de Guardia. Al día siguiente, el capitán de mi Unidad me hizo una sencilla pregunta: - ¿Como estudiaste tú en el curso de cabo que tenías que hacer el relevo? Yo tuve que rendirme a la evidencia y admitir que sabía como tenía que hacer el relevo y que, sin embargo, me dejé llevar por la dejadez e hice o que había visto hacer siempre: abreviar y no hacer las cosas en el modo correcto. De aquella situación no salí muy mal parado; sólo me calleron tres días de arresto, en lugar de los dos meses que veía cernirse sobre mí. Y, por supuesto, salí con el compromiso personal ante mí mismo de que, a partir de ese momento, aquello de "¿Donde va Vicente? Al ruido de la gente" perdía todo el valor y me cuidaría muy mucho de averiguar a donde iba el tal Vicente ese y si era rentable para mí seguirle.

Al estallar la crisis del petróleo en 1973 la industria mundial advirtió que no podía seguir el acelerado crecimiento que llevaba y que era necesaria una política diferente de reconversión y reindustrialización; Fue un penoso camino, iniciado entonces por muchos países occidentales, (penoso porque incluía despidos masivos) que en España no se llevó a cabo porque el régimen franquista decidió paliar los efectos de la crisis inflando el gasto público y aumentando la deuda externa; diez años más tarde, en 1983, la situación de los sectores industriales en crisis era insostenible, haciéndose necesaria la reconversión, que, debido al retraso, fue dura y traumática, desatando los primeros despidos masivos grandes protestas.
BY ANTONIO MORENO. Con la tecnología de Blogger.
 
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