Hago este comentario a raíz de una noticia publicada hace varios días en la que se indicaba que el presidente de Estados Unidos había eliminado de la lista de adquisiciones del Pentágono un helicóptero de los más avanzados del mundo (incluso tenía cocina) para trasladarle en caso de ataque nuclear; el mandatario precisó que si su país estuviera bajo un ataque nuclear en lo último en que pensaría sería en comerse un bocadillo. El rechazo del helicóptero por su elevado coste se enmarca en una iniciativa presidencial para reducir los contratos de defensa que, según él, suponen un desperdicio de muchos millones de dólares de los contribuyentes. Y esa es la cuestión donde yo quiero incidir: el hecho de gastar mucho dinero en cosas cuya compara podía haber sido infinitamente más austera con idéntico resultado. Pero no solo eso, sino las asignaciones para proyectos, sueldos y demás que se efectúan, con unas cantidades desorbitadas para unos y raquíticas para otros. En definitiva, lo que yo planteo, es ¿quién y cómo controla el gasto público? Seguro que todo está fiscalizado en los presupuestos generales del Estado, de la Comunidad o del Ente Local, pero, ¿hay un control realmente efectivo hasta el final de donde va a parar el dinero? Si se asigna un importe determinado a un proyecto específico, que queda debidamente justificado, ¿alguien se ocupa de profundizar en ese proyecto y ver como se han distribuido las distintas partidas… sueldo, materiales, etc…? Si miro alrededor, me da la impresión de que no; y en tiempos de crisis, esta situación es mucho más grave, porque lo que se pueda estar, presuntamente, despilfarrando, puede invertirse en cosas muy necesarias que necesita la sociedad.
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