DAÑOS COLATERALES.


¿Se acuerdan de fulano de tal y cual, aquel que, había tenido un mal día cuando el gobierno anuncio la jubilación a los sesenta y siete años?
De la crisis ya han corrido ríos, mares y océanos de tinta; no solo ha tenido el efecto dominó que conocemos, sino que, aparte, ha tenido lo que podríamos llamar, “daños colaterales”, expresión que también está ahora muy de moda y que habitualmente se refiere a los daños ocasionados involuntariamente (se supone) a terceros ajenos al asunto en el campo de batalla donde pelean los dos primeros.
Con los ingresos drásticamente reducidos, este hombre no puede arreglar la avería que le ha surgido en su coche: se ha estropeado la batería. Como consecuencia de ello tiene que dejar el coche siempre cuesta abajo para arrancarlo a empujones, no puede echar gasolina con el motor en marcha y siempre está preocupado por si necesita el coche para una emergencia y no puede arrancarlo.
Esta es solo una pequeña muestra de los “daños colaterales” de una crisis que sigue azotándonos; los brotes verdes se han secado, el paro sigue aumentando, el Estado se sigue arruinando y los políticos, ni unos ni otros, saben cómo sacarnos de esta situación. Lo peor no ha pasado, y lo “más peor” como decía el otro (y el otro, sabía lo suyo del tema) es que cuando estemos recuperados volverán a caer en el mismo error, volverán las burbujas, el batacazo, la crisis y los daños colaterales.

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