CORRUPCION

Hace unos añitos, la pluma del genial F. Ibáñez (que con frecuencia ha trasladado a sus páginas la cruda realidad tratada con un fino humor especial, desde la actualidad política a la situación social pasando por todo tipo de eventos como las olimpiadas o los mundiales de fútbol) dibujaba una portada para una de las inefables aventuras de “Mortadelo y Filemón”, donde se reflejaba la corrupción que azotaba el país. En ella aparecía un guardia de tráfico persiguiendo un vehículo indicándole que se detuviera; solo que el guardia, etiquetado como “Guardia Viril”, en vez de moto llevaba una bicicleta, en vez de casco una especie de bol amarrado con un cintajo y en vez de pistola un tirachinas. Paralelamente, Mortadelo le hace a su jefe una pregunta retórica a la vista de la imagen:”pero, ¿qué le hace pensar que “Rulfián”, el director, también se ha apropiado de los fondos de tráfico?”
De esto, como he dicho, hace ya algunos años, pero parece ser que las cosas no han cambiado mucho; y no sólo en España. La corrupción, que en política destaca más gracias a la labor de la oposición, se pasea por Europa.
En Inglaterra, una serie de diputados cargaron a las arcas del Estado compras, reparaciones y otros gastos particulares; en Italia, “Il Cavaliere” tiene un cisco formado con los jueces, que quieren procesarle, aunque el dice que no piensa dimitir aunque lo condenen; estaría gracioso ver a un Primer Ministro en la cárcel. En Francia, un ex Primer Ministro está siendo procesado ( por cierto que han pedido prisión sin cumplimiento, extraña manera de impartir justicia) y el ex Presidente de la República también va a acabar ante los tribunales. En España, una ola de corrupción se está destapando, de un extremo a otro del país, especialmente en el tema del urbanismo.
No sé exactamente de que forma o en que cuestión pueden meter la mano los políticos y cuanto dinero ganan (solo hay que recordar las bolsas de basura en Marbella); no se si se trata de licencias de obra ilegales, de recalificación de terrenos o de que, pero lo que si sé es que hace falta ya una ley que regule el tema y dé transparencia a todas las actividades de los Ayuntamientos. Pero no al cabo del tiempo, sino transparencia instantánea, para que el que meta la mano en el cajón sea cazado en el acto. Solo falta que, después de los sueldos que ganan, algunos se llenen los bolsillos a espuertas mientras millones de personas sufren la lacra del paro o miles de funcionarios hacen sus trabajos con deficiente equipación.