¿CIVIL O RELIGIOSO?


Hace unos meses saltó la noticia de que los matrimonios civiles superaban por primera vez a los eclesiásticos; quizás haya muchas formas de interpretar esta información y yo tengo mi particular visión. Creo que la Iglesia Católica ha entrado en una etapa en la que se afianza su declive; desde que no es obligatorio seguir la religión católica, mucha gente opta por el tema civil para el matrimonio. Ya he comentado en alguna ocasión mi total desacuerdo con la jerarquía católica y su “modus operandi” en muchos temas entre ellos su doctrina, sin dejar de reconocer a la par que, dentro de esa institución, hay muchos que se están dejando la piel ayudando a los demás en países y situaciones que lo necesitan, cosas que otros, críticos con la institución romana, no hacen ni por asomo.
Creo, sinceramente, que para la iglesia católica ha llegado la hora de tener un examen de conciencia y efectuar un cambio de rumbo; no se trata de renunciar a sus principios, no se trata de adaptarse a los tiempos modernos… simplemente deben de buscar el camino del que un día, contra toda lógica y sentido común, se desviaron.
El catolicismo, pese a todo, como tradición, sigue muy arraigado en esta sociedad en la que nos ha tocado vivir; muestra de ello, por ejemplo, (y no dejo de sorprenderme) es que cada vez que he hablado de la edad de mis hijos cuando tenían diez años, el comentario siempre ha sido el mismo: “¡Ah, pues este año hace la comunión! ¿No?”

Pues no.

Y hablando de comunión, esto es lo que me ocurrió en mi “primera comunión” que ya he contado antes en éste blog. (Lo digo por si alguien quiere omitir su lectura, porque está repetido)

Cuando yo hice la primera comunión, nos cambiaron la formula para confesarse; no se si fue una idea particular para aquel momento o fueron ordenes de arriba. El caso es que, de siempre, se había dicho “Ave Maria Purísima” y el sacerdote contestaba: “Sin pecado concebida”. Y luego relatabas la historia de los pecados. En aquella ocasión lo que teníamos que decir era:”Me arrepiento de mis pecados”. No recuerdo lo que debería contestar el sacerdote y luego venía la confesión.
Pero yo me equivoqué; pensé que solo tenía que decir eso, así que me arrodillé, lo dije rápidamente y, con la misma celeridad, me levanté y me marché.
Fue meses más tarde que me enteré de que sólo había cambiado el texto inicial y no lo demás y, sobre todo, que el sacerdote comenzó a hacer gestos llamándome para hacerme volver al confesionario, aunque yo no lo vi, porque me estaba marchando y se quedaba a mis espaldas; supongo que él tampoco quiso armar un escándalo en la iglesia llamándome a voces y así hice yo la confesión previa a mi primera comunión. Lo de que el sacerdote me llamó me lo dijo un compañero que fue testigo de los hechos.
A día de hoy ( y de esto ya va para cuarenta años) no he recibido ninguna notificación informándome de que lo hice mal.

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