Si ya comenté en la entrada anterior que el futuro me parecía incierto, con la cara que muestran los partidos políticos, todos, en las elecciones (lema, mítines e impulsos), después de ver uno de los debates, aparece la cruz de la moneda con más de lo mismo: charlas vacías, sin ideas, sin propuestas y sin remedio. Los que gobiernan cantando sus logros, los que no lo hacen criticando los fallos de los que gobiernan. Pero si hay algo que me repatea de estos debates es la parafernalia que se lía después cuando los seguidores de uno y detractores del otro manifiestan como su candidato ha ganado claramente el debate mientras que el oponente lo ha perdido.
En definitiva, el grueso de los receptores de la información que pulula por los medios, o sea, nosotros, los votantes potenciales, recibimos una andanada de opiniones y críticas sobre lo que fue o dejó de ser el debate que resulta patético todo el asunto; ni siquiera una opinión objetiva, y con todas las garantía de ser neutral, llegaría a ser complétamente válida en este aspecto, ya que esa opinión estaría formada en base a unos parámetros que pueden diferir radicalmente de una persona a otro, por muy objetiva que sea.
Así que, por mi parte, si quieren ahorrarse el lema, los mítines, los impulsos y, como no, los debates y sus secuelas, encantado. La política en éste país necesita un cambio completo, absoluto, con rapidez (lo suficientemente rápido como para poder acabarlo cuanto antes, pero suficientemente sereno también para que no haya daños colaterales) y no veo que ningún partido político a día de hoy, ninguno, lo quiera iniciar.
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