Se han puesto de moda las miniseries sobre hechos de actualidad; el asesinato del Alcalde de Fago, la historia de “el solitario”, el caso de la niña Mariluz, el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, “padre coraje”... son algunas de la que han saltado a la televisión. En el terreno político, los últimos días de Franco y, ahora, sendos filmes sobre el golpe de Estado del 23F, por mencionar algunos.
Es indudable que estas series son impactantes, en tanto en cuanto son hechos reales que han conmocionado a la opinión pública, pero han de estar muy bien logradas ya que los espectadores documentados sobre el tema sabemos lo que ha ocurrido y, no digamos los protagonistas del mismo.
La serie del 23-F, por ejemplo, emitida recientemente por televisión, se ha ajustado en un noventa por ciento a las informaciones de las cuales yo disponía; el otro diez por ciento corresponde a diálogos o frases ficticias añadidas por los autores y a algún que otro cambio en la perspectiva de las cosas o las frases que realmente se pronunciaron, pero que no desvirtúan en absoluto la realidad.
El tema no es nuevo; ya he comentado en otra ocasión que el cine ha llevado hechos reales a la pantalla en numerosas ocasiones; algunos de los que yo he visto me han parecido buenos trabajos que han contribuido, en definitiva, a aclarar aspectos de esos hechos o situaciones y, sobre todo, a informar sobre los mismos; y tengamos en cuenta que la información es vital en la vida: para poder formarnos una opinión, para tomar decisiones... para todo. Bienvenidas sean estas series que cumplen esa función aunque estén enmarcadas en un proceso comercial y en el reto de conseguir las mayores audiencias.
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