La situación de España en 1709 era de caos completo; a la larga guerra desatada a causa de la muerte sin descendencia de Carlos II (entre los diferentes bandos que se disputan la sucesión de la corona), se une una grave sequía que provoca una hambruna generalizada en toda la península.
Existe una desorganización total a causa de la guerra con lo cual las medidas que se pueden tomar para paliar el hambre son ineficaces por completo; se produce un colapso de la industria y del tráfico comercial interior, haciendo que los alimentos acaben en la mayoría de los casos en manos de los soldados mientras que el pueblo se muere de hambre, con una administración paralizada y una economía que solo fluctúa en el ambilito militar, pues en el civil no hay más que caos y pérdidas continuas.
No obstante, los historiadores apuntan que, a pesar de todo, no hubo en aquella época la plaga de la peste, que en siglos anteriores convertía las hambrunas en desastre total. Desde luego, mirando lo que han sufrido nuestros antepasados, cualquiera aplica el refrán de que “Cualquier tiempo pasado fue mejor.”; siempre que volvemos la vista atrás nos encontramos con desastres de todo tipo.
Hace trescientos años ocurrió en Inglaterra un hecho que despierta una viva expectación entre los londinenses: el oficial de la Marina Alexander Selkirk, a quien se daba por muerto, regresa a ésta ciudad tras cinco años de ausencia. Durante éste periodo, Selkirk había sido el único habitante humano de una isla perteneciente al archipiélago chileno de Juan Fernández; diez años más tarde, en 1719, el escritor Daniel Defoe publicará, inspirándose en las aventuras de Selkirk, su famosa novela Robinsón Crusoe, alcanzando en poco tiempo una extraordinario popularidad.
Existe una desorganización total a causa de la guerra con lo cual las medidas que se pueden tomar para paliar el hambre son ineficaces por completo; se produce un colapso de la industria y del tráfico comercial interior, haciendo que los alimentos acaben en la mayoría de los casos en manos de los soldados mientras que el pueblo se muere de hambre, con una administración paralizada y una economía que solo fluctúa en el ambilito militar, pues en el civil no hay más que caos y pérdidas continuas.
No obstante, los historiadores apuntan que, a pesar de todo, no hubo en aquella época la plaga de la peste, que en siglos anteriores convertía las hambrunas en desastre total. Desde luego, mirando lo que han sufrido nuestros antepasados, cualquiera aplica el refrán de que “Cualquier tiempo pasado fue mejor.”; siempre que volvemos la vista atrás nos encontramos con desastres de todo tipo.
Hace trescientos años ocurrió en Inglaterra un hecho que despierta una viva expectación entre los londinenses: el oficial de la Marina Alexander Selkirk, a quien se daba por muerto, regresa a ésta ciudad tras cinco años de ausencia. Durante éste periodo, Selkirk había sido el único habitante humano de una isla perteneciente al archipiélago chileno de Juan Fernández; diez años más tarde, en 1719, el escritor Daniel Defoe publicará, inspirándose en las aventuras de Selkirk, su famosa novela Robinsón Crusoe, alcanzando en poco tiempo una extraordinario popularidad.
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