Aquellas series de televión que jalonaron nuestra vida infantil y adolescente permanecen en nuestro recuerdo como parte de nuestra historia personal; hoy, que hay cientos de cadenas emitiendo las veinticuatro horas del día y que repiten programas a troche y moche es tan diferente la televisión a la de aquellas épocas, cuando tenías que esperar una semana para ver el siguiente episodio de tu serie favorita (o dos, porque a la semana siguiente había tenis, fútbol o toros y suspendían su emisión, o tres, porque después de esto, a la siguiente semana la tele no se vía “por causas atmosféricas ajenas a la voluntad de televisión española), es tan diferente y tan extensa, digo, que yo creo que dentro de unos años no podremos recordar tantos programas y series.
Por eso, como me gusta tanto escribir y escribiendo e informándome para escribir aprendo, voy a dar un repaso a todas aquellas series que recuerdo; no pretendo incluir información exhaustiva (hay muchas y buenas páginas en Internet que lo hacen) solo algunos comentarios para recordar las series, como eran y cuales eran los sentimientos que generaban; comienzo por dos que echaban cuando yo aún no tenía televisión: Kung Fu, una serie de gran impacto entre los niños de la época por la extraordinaria acción del protagonista, David Carradine, experto en artes marciales, que mezclaba con sabios consejos emanados de la sabiduría oriental. Años más tarde yo pude ver la reposición de ésta serie, así como una segunda saga en la que el mismo protagonista da vida a un descendiente de aquel Kung Fu de los años setenta.
Crónicas de un pueblo se estrenó en 1971; a pesar de que, según dicen, tenía un alto contenido ideológico de defensa del régimen franquista, tuvo un gran éxito narrando la vida cotidiana de los habitantes de un pueblo ficticio a lo largo de varios años.
Todo esto ocurrió antes del año 1975, cuando yo, como he dicho antes, no tenía televisión; a partir de ese año si la tuve y, a pesar de las retransmisiones sorpresa o las incidencias climatológicas, fui un privilegiado porque, por la posición geográfica en la que estaba mi casa se captaba también la segunda cadena, el entonces llamado UHF, con lo que, de no tener nada, pasé a tener dos canales de televisión, algo que no era accesible a la mayoría de la gente en aquella época; eso sí, teníamos un armatoste como antena que periódicamente teníamos que arreglar y ajustar porque el viento de “levante”, cuya presencia es frecuente en nuestra tierra, le daba unos vapuleos tremendos.
Por eso, como me gusta tanto escribir y escribiendo e informándome para escribir aprendo, voy a dar un repaso a todas aquellas series que recuerdo; no pretendo incluir información exhaustiva (hay muchas y buenas páginas en Internet que lo hacen) solo algunos comentarios para recordar las series, como eran y cuales eran los sentimientos que generaban; comienzo por dos que echaban cuando yo aún no tenía televisión: Kung Fu, una serie de gran impacto entre los niños de la época por la extraordinaria acción del protagonista, David Carradine, experto en artes marciales, que mezclaba con sabios consejos emanados de la sabiduría oriental. Años más tarde yo pude ver la reposición de ésta serie, así como una segunda saga en la que el mismo protagonista da vida a un descendiente de aquel Kung Fu de los años setenta.
Crónicas de un pueblo se estrenó en 1971; a pesar de que, según dicen, tenía un alto contenido ideológico de defensa del régimen franquista, tuvo un gran éxito narrando la vida cotidiana de los habitantes de un pueblo ficticio a lo largo de varios años.
Todo esto ocurrió antes del año 1975, cuando yo, como he dicho antes, no tenía televisión; a partir de ese año si la tuve y, a pesar de las retransmisiones sorpresa o las incidencias climatológicas, fui un privilegiado porque, por la posición geográfica en la que estaba mi casa se captaba también la segunda cadena, el entonces llamado UHF, con lo que, de no tener nada, pasé a tener dos canales de televisión, algo que no era accesible a la mayoría de la gente en aquella época; eso sí, teníamos un armatoste como antena que periódicamente teníamos que arreglar y ajustar porque el viento de “levante”, cuya presencia es frecuente en nuestra tierra, le daba unos vapuleos tremendos.
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