Cuando fue asesinado Carrero Blanco en 1973 yo tenía diez años; ya por entonces comenzó a fraguarse en mi generación el miedo, el temor a una hecatombe similar a la del 36, heredado de nuestros mayores. "Esto va mal -decían-; y cuando se muera Franco, aquí se lía otra vez."
Franco murió dos años más tarde y no pasó nada, pero yo ya tenía el miedo en el cuerpo, igual que mis amigos y compañeros de colegio; un miedo que nos acompañaría hasta bien entrada la democracia.
Mi miedo era tal, que, después de mucho luchar por conseguir hacerme socio de la biblioteca por ser un apasionado de la lectura y la cultura, cuando se celebraron las primeras elecciones democráticas en el año 77 me borré. El motivo, aquellos rumores que se propagaban una y otra vez de que se iba a liar, de que habría fusilamientos, desapariciones, guerra... y de que, por supuesto, liquidarían a todos los que se encontrasen asentados en listas (políticas, sindicales y demás). Y yo estaba en la lista de socios de la biblioteca; visto desde hoy parece absurdo, pero en mi mente aparecía constantemente el involucionismo asociado al "anti-culturismo". Reacciones de un niño de catorce años, heredero de un miedo que había azotado a los mayores que veían descomponerse el régimen dictatorial esperando de un momento a otro lo que finalmente ocurrió en el año ochenta y uno.
En aquella fecha yo estaba en el Instituto de FP de Vejer de la Frontera; cuando se difundió la noticia del asalto al parlamento las peores previsiones de los mayores parecieron tomar cuerpo. Tanto que un tío mío me dijo, muy convencido: "Jo, Antonio, ¡anda que no vas a pegar tiros por esos montes." Afortunadamente aquello pasó a la historia, el golpe se frustró y la democracia triunfó; días después, el Alcalde de Vejer en aquella época, Antonio Morillo, acudió al instituto para darnos una charla sobre el tema (él era uno de los Diputados que estaban en el Congreso cuando fue asaltado). Recuerdo como si hubiera sido ayer como se desarrolló esa reunión, y recuerdo una frase que el dijo al comenzar: "Señores, no quiero que ésto sea un monólogo; me gustaría que fuese un coloquio, que participéis." Los "herederos del miedo" comprendimos entonces, ante esta frase, que verdaderamente algo estaba cambiando en España, cuando escuchamos una invitación a participar de forma democrática: con la palabra. Algo que parece nimio, quizás, pero que, en aquella época, por venir de donde veníamos, tenía un gran valor para nosotros.
Poco a poco, con esfuerzo y paciencia, conseguimos sacudirnos la herencia del miedo y echar a caminar en ésta democracia que tenemos; a pesar de que tiene sus fallos, que hay que corregir, y a pesar de que yo muchas veces he criticado a éste país por estos fallos, no dejo de reconocer que vivimos en democracia y que necesitamos afianzarla, sin fisuras, para que nuestros descendientes no sean herederos del miedo, sino de la libertad, el progreso y el respeto.
Franco murió dos años más tarde y no pasó nada, pero yo ya tenía el miedo en el cuerpo, igual que mis amigos y compañeros de colegio; un miedo que nos acompañaría hasta bien entrada la democracia.
Mi miedo era tal, que, después de mucho luchar por conseguir hacerme socio de la biblioteca por ser un apasionado de la lectura y la cultura, cuando se celebraron las primeras elecciones democráticas en el año 77 me borré. El motivo, aquellos rumores que se propagaban una y otra vez de que se iba a liar, de que habría fusilamientos, desapariciones, guerra... y de que, por supuesto, liquidarían a todos los que se encontrasen asentados en listas (políticas, sindicales y demás). Y yo estaba en la lista de socios de la biblioteca; visto desde hoy parece absurdo, pero en mi mente aparecía constantemente el involucionismo asociado al "anti-culturismo". Reacciones de un niño de catorce años, heredero de un miedo que había azotado a los mayores que veían descomponerse el régimen dictatorial esperando de un momento a otro lo que finalmente ocurrió en el año ochenta y uno.
En aquella fecha yo estaba en el Instituto de FP de Vejer de la Frontera; cuando se difundió la noticia del asalto al parlamento las peores previsiones de los mayores parecieron tomar cuerpo. Tanto que un tío mío me dijo, muy convencido: "Jo, Antonio, ¡anda que no vas a pegar tiros por esos montes." Afortunadamente aquello pasó a la historia, el golpe se frustró y la democracia triunfó; días después, el Alcalde de Vejer en aquella época, Antonio Morillo, acudió al instituto para darnos una charla sobre el tema (él era uno de los Diputados que estaban en el Congreso cuando fue asaltado). Recuerdo como si hubiera sido ayer como se desarrolló esa reunión, y recuerdo una frase que el dijo al comenzar: "Señores, no quiero que ésto sea un monólogo; me gustaría que fuese un coloquio, que participéis." Los "herederos del miedo" comprendimos entonces, ante esta frase, que verdaderamente algo estaba cambiando en España, cuando escuchamos una invitación a participar de forma democrática: con la palabra. Algo que parece nimio, quizás, pero que, en aquella época, por venir de donde veníamos, tenía un gran valor para nosotros.
Poco a poco, con esfuerzo y paciencia, conseguimos sacudirnos la herencia del miedo y echar a caminar en ésta democracia que tenemos; a pesar de que tiene sus fallos, que hay que corregir, y a pesar de que yo muchas veces he criticado a éste país por estos fallos, no dejo de reconocer que vivimos en democracia y que necesitamos afianzarla, sin fisuras, para que nuestros descendientes no sean herederos del miedo, sino de la libertad, el progreso y el respeto.
1 COMENTARIOS:
Enhorabuena por tu blog y por tus entradas y enhorabuena por esta última.La libertad por encima de lo demás.
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