Al hilo de lo que he venido comentando sobre la democracia, mi hijo ha escrito en su blog (un blog sobre críticas de cine) algo que le ocurrió poco tiempo atrás cuando intentó ver la película "Camino"; al parecer no pudo verla en su cine habitual y no entendía el motivo, hasta que lo descubrió meses más tarde, en Internet: resulta que el dueño del cine tenía alguna relación con el Opus y como ésta película dejaba en mal lugar a ésta organización fue vetada.
El título del comentario "SIN DEMOCRACIA EN LAS SALAS", que emula la expresión utilizada en los juicios de "silencio en la sala", quizás sea una percepción un poco exagerada del asunto, pero pienso que, a la postre, razón no le falta; y con el agravante de que, a saber, cuantas películas contrarias a la religión o la moral católica se han proyectado en esas salas sin ningún tipo de problemas porque no atacaban de una forma directa al catolicismo.
Me alegro de que mi hijo, que navega en las procelosas aguas de la adolescencia, se de cuenta de esos detalles y sea capaz de plasmarlo en su blog; todos debemos tener los sentidos alerta para detectar conductas anti-democráticas allá donde estén y sean las que sean. Tal vez, repito, tachar de anti-democrática ésta cuestión sea exagerado pero, a veces, las conductas anti-democráticas están tan enrevesadas o amparadas en derechos o deberes que no las vemos. Y, desde luego, lo que no podemos hacer, tal y como señala Salus en su brillante y profundo blog, es caer en la indiferencia.
Nunca me cansaré de repetir que, en éste país, en ésta sociedad, hay espacio en todos los sentidos para ser felices, para vivir en paz, para tener personalidad propia y encontrar una plena satisfacción personal en democracia sin faltar al respeto a los demás.
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