HUELGA GENERAL

La jornada del veintinueve de septiembre, que a partir de ahora será recordada como “el 29 S”, por esa afición moderna de marcar días históricos con los dígitos y la letra inicial del mes, transcurrió como yo me esperaba; en este país, después de siete huelgas generales (si no me equivoco) e innumerables huelgas sectoriales, la historia del tema sigue siendo la misma: por un lado los piquetes “informativos”, (¿ah, pero, había alguien que no se había enterado de que había huelga?) y por otro, la guerra de cifras (de la que ya hemos hablado en este blog en alguna ocasión). Al final de los que hacen huelga algunos no quieren y de los que no hacen algunos no pueden y de cuantos hicieron o no hicieron no nos enteraremos nunca.
El que suscribe, que lleva a sus espaldas catorce o quince huelgas, en ésta ocasión no se ha sumado al parón , porque le ha pillado “cabreado” con los sindicatos por motivos que se salen del argumento de la presente entrada.
Más allá de los dimes y diretes de las cifras, los motivos y los piquetes, cabe preguntarse, desde el día después (30 S), y a un par de semanas vista, si la huelga sirvió para algo, si el gobierno va a reformar la ley que ha provocado la huelga, que ha dicho que no, si los agentes sociales van a volver a sentarse a negociar y, sobre todo, si la realidad es la que vimos o hay un transfondo que hace bueno esa frase de que siempre, todo, tiene dos caras, la oficial y la real, que no se quien la dijo pero yo lo he oído en alguna parte y me temo que con un elevado porcentaje de razón.