Hace un par de meses me he comprado un libro que hacía tiempo quería leer, por dos razones: una por mi afición a la historia, (y la persona que lo escribió es un personaje histórico) y otra porque en ese libro, hay referencias a los sucesos de Casas Viejas, los hechos trágicos ocurridos en mi pueblo en el año 1933.
Este personaje histórico es Manuel Azaña y el libro, que tiene más de mil páginas, sus diarios completos.
En la narración que este hombre hace de su experiencia personal en esos diarios, queda patente la convulsa vida política de aquellos años de la República; Azaña narra, con todo lujo de detalles, los entresijos de la política que llevaba y que le rodeaba, donde no faltan las zancadillas, los ataques en prensa, las situaciones chocantes, las peticiones “de enchufe”, el diario devenir en el ministerio y en la presidencia, con votaciones, recepciones, consejos de ministros, nombramientos, tratamiento de asuntos cruciales, crisis…
Para darse cuenta de esta convulsión no hay, sin embargo, que profundizar mucho en la lectura de éstas páginas históricas: basta ver que este hombre pasó de ser presidente del gobierno y ministro de la guerra un año a estar encarcelado al año siguiente o a ser presidente de la república casi dos años después.
Las referencias a los sucesos de Casas Viejas creo que ya las he leído todas, pues ya habían sido reflejadas en el libro de Mintz (“Los Anarquistas de Casas Viejas”) y serán objeto de una entrada aparte cuando haya terminado, o avanzado sustancialmente, en la lectura del libro.
Este personaje histórico es Manuel Azaña y el libro, que tiene más de mil páginas, sus diarios completos.
En la narración que este hombre hace de su experiencia personal en esos diarios, queda patente la convulsa vida política de aquellos años de la República; Azaña narra, con todo lujo de detalles, los entresijos de la política que llevaba y que le rodeaba, donde no faltan las zancadillas, los ataques en prensa, las situaciones chocantes, las peticiones “de enchufe”, el diario devenir en el ministerio y en la presidencia, con votaciones, recepciones, consejos de ministros, nombramientos, tratamiento de asuntos cruciales, crisis…
Para darse cuenta de esta convulsión no hay, sin embargo, que profundizar mucho en la lectura de éstas páginas históricas: basta ver que este hombre pasó de ser presidente del gobierno y ministro de la guerra un año a estar encarcelado al año siguiente o a ser presidente de la república casi dos años después.
Las referencias a los sucesos de Casas Viejas creo que ya las he leído todas, pues ya habían sido reflejadas en el libro de Mintz (“Los Anarquistas de Casas Viejas”) y serán objeto de una entrada aparte cuando haya terminado, o avanzado sustancialmente, en la lectura del libro.
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