El otras veces calificado por mí como “genial” Francisco Ibáñez, el de Mortadelo y Filemón, que siempre refleja en sus comics la realidad cotidiana, tiene un episodio titulado “la cochinadita nuclear” que comienza en sus páginas iniciales con una caricatura que es una extrapolación de la realidad: los líderes mundiales le dan vueltas al asunto de los residuos nucleares (en una caricatura un líder da vueltas a un globo terráqueo mientras entona la canción del “pito pito, gorgorito, donde tiro el residuito) y claro, sale España. No se que será eso, dice el líder, pero ya vale; y ante la opinión de uno de los ayudantes (¿pero y si sus gobernantes se niegan?). “Quite, quite; les damos unos cuantos F-18 de esos que tenemos oxidados y a otra cosa”.
El debate ha saltado a la palestra inesperadamente, cuando un par de Ayuntamientos han decidido ser candidatos a instalar en su municipio un almacén de residuos nucleares y ha desatado la polémica, como siempre que se propone algo en éste país. (Y supongo que en todos los países democráticos)
Parece ser que el asunto ha pillado por sorpresa a los políticos de uno y otro bando, que juntitos votaron todos a favor, hace unos años, de la instalación del Almacén de Residuos Nucleares, pero que ahora nadie, ninguno, quiere en su casita, a pesar de los beneficios económicos que generaría.
Dada la problemática de salud que lleva aparejada la energía nuclear y dada la situación actual de crisis económica que padecemos, uno y otro bando en cada pueblo quieren llevarse el gato al agua.
Sin mucho conocimiento de causa, tengo que decir que yo no soy partidario de la energía nuclear, pero entiendo, o creo entender, que si la energía nuclear se ha usado en el pasado y los residuos hay que guardarlos o eliminarlos, algo habrá que hacer, y lo que menos hace falta son enfrentamientos a golpe de pancartas e insultos. Así que la cuestión es hablarlo y buscar un lugar (en el quinto pino, por ejemplo) donde no haya posibilidades de que los residuos afecten a nadie y donde se generen esos puestos de trabajo. No me van a decir que España no es lo suficientemente grande y extensa como para encontrar un lugar donde enterrar los dichosos residuos que este a kilómetros de distancia de cualquier núcleo urbano o población que pudiera sentirse amenazada por los efluvios nucleares.
El debate ha saltado a la palestra inesperadamente, cuando un par de Ayuntamientos han decidido ser candidatos a instalar en su municipio un almacén de residuos nucleares y ha desatado la polémica, como siempre que se propone algo en éste país. (Y supongo que en todos los países democráticos)
Parece ser que el asunto ha pillado por sorpresa a los políticos de uno y otro bando, que juntitos votaron todos a favor, hace unos años, de la instalación del Almacén de Residuos Nucleares, pero que ahora nadie, ninguno, quiere en su casita, a pesar de los beneficios económicos que generaría.
Dada la problemática de salud que lleva aparejada la energía nuclear y dada la situación actual de crisis económica que padecemos, uno y otro bando en cada pueblo quieren llevarse el gato al agua.
Sin mucho conocimiento de causa, tengo que decir que yo no soy partidario de la energía nuclear, pero entiendo, o creo entender, que si la energía nuclear se ha usado en el pasado y los residuos hay que guardarlos o eliminarlos, algo habrá que hacer, y lo que menos hace falta son enfrentamientos a golpe de pancartas e insultos. Así que la cuestión es hablarlo y buscar un lugar (en el quinto pino, por ejemplo) donde no haya posibilidades de que los residuos afecten a nadie y donde se generen esos puestos de trabajo. No me van a decir que España no es lo suficientemente grande y extensa como para encontrar un lugar donde enterrar los dichosos residuos que este a kilómetros de distancia de cualquier núcleo urbano o población que pudiera sentirse amenazada por los efluvios nucleares.
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